Utilizamos el término “ciudad” para designar cualquier población o municipio donde se establecen vivencias y relaciones de comunicación que conforman el quehacer humano.
Hoy los núcleos urbanos son cada vez mayores y se hacen día a día más complejos. Es por ello que dependerá básicamente de la ciudadanía el construir ciudades más amables para la convivencia si no queremos que estos espacios se conviertan en territorios marginadores y deshumanizados.
La ciudad o municipio que educa será aquella que logre convertir sus calles, sus plazas, sus propias instituciones, etc., en lugares y momentos de aprendizaje permanente. Un municipio no solamente debe prestaratención a sus tareas tradicionales (economía, servicios, funciones sociales y políticas, etc.) sino que tendrá que contar con la participación y protagonismo de
todos para alcanzar una verdadera ciudadanía. Las ciudades no pueden crecer ni construirse ni gobernarse al margen de la gente que vive en ellas. Se trata sencillamente de propiciar el ejercicio de la
democracia, de favorecer la participación de la población en la gestión de la vida pública, de permitir la reflexión. La ciudad tiene que disponer de los
instrumentos necesarios que favorezcan esa colaboración.
Así lo han entendido, afortunadamente, cientos de ciudades de todos los continentes que firmaron en Barcelona, en 1990, la Carta de Ciudades
Educadoras. (www.edcities.bcn.es)
La ciudad que educa atiende a las necesidades de todos y tiene como objetivos posibilitar a sus ciudadanos una vida saludable, acceso al trabajo, a la educación, a la cultura, a los valores democráticos. La corresponsabilidad será un instrumento esencial en esta tarea.
Porque la ciudad somos cada uno de los que vivimos en ella, que la paseamos,
que la aprendemos, que la enseñamos, que la soñamos, que la queremos.
Debemos construir una ciudad abierta, con futuro, libre, activa, que permita vivirla como si de una aventura se tratara; convertir la calle no sólo en el lugar por el que se circula para ir a alguna parte (función de paso) sino convertirla en lugar para estar, para pararse, para sentir (función de existencia).
Porque el aire de la ciudad nos hace libres (creencia medieval). La ciudad que se vive, que se recuerda, que se proyecta es una ciudad real. La ciudad sólo
realiza sus potencialidades si es accesible.
Vivimos un tiempo donde los movimientos sociales han perdido protagonismo. Las urbes crecen desmedidamente, se vuelven peligrosas; los espacios se
han perdido para la convivencia, la noche en la ciudad es muy oscura. Los problemas se vuelven contra los gobernantes y a éstos les falta muchas veces la voluntad política de abrir momentos para la negociación y estimular la reapropiación de las ciudades por parte de sus ciudadanos.
Sin duda, se necesita de una pedagogía de la ciudad. Todos cumplimos un papel.
Paulo Freire decía que el primer libro de lectura es el mundo. Para aprender de la ciudad, para avanzar con la ciudad, necesitamos leer y vivir el mundo. Todo lo que ocurre en ella es motivo de reflexión, de riqueza, de conocimiento de las diferencias, del intercambio, de la experiencia. Porque en la ciudad que educa, el ciudadano camina sin miedo, reconoce los espacios como suyos y participa de su creación y desarrollo.
La ciudad educadora considera al medio urbano como entorno (aprender en la ciudad), agente (aprender de la ciudad) y contenido (aprender la ciudad) de la educación.
La ciudad educadora acoge e interrelaciona procesos educativos formales (escuela, universidad...), no formales (educación en el tiempo libre) e informales (espectáculos, publicidad, etc.) donde el contexto urbano sirve de marco de estos tres modos de educación.
La ciudad educadora afirma su carácter abierto porque interacciona y se prolonga en otros sistemas como el medio rural, en otras ciudades, en la dimensión europea, etc.). La ciudad educadora resalta su carácter dinámico y evolutivo siend ocapaz de modificar su funcionamiento y estructura para ir optimizando su capacidad educativa.
La ciudad que educa presta especial atención a los niños. Hoy los núcleos de población dejan pocos espacios para ellos. Si la ciudad es buena para ellos,también lo será para los adultos. Tonucci propone que para cada intervención de la ciudad, bajemos los ojos y miremos desde la altura de los niños para ver si todo está bien… (La ciudad de los niños. Francesco
Tonucci. Madrid 1997. Fundación Germán Sánchez Ruipérez).
Hoy la escuela no puede dar solución a todas las demandas que la sociedad exige, aunque también cumple su papel. En esta línea de trabajo, la escuela
deberá incorporar a sus funciones el de ser una institución de animación cultural y de intervención ciudadana. Los nuevos cambios sociales, los retos de la sociedad de la información y la comunicación, la inmigración, la diversidad, el empleo, la formación para toda la vida, etc. son necesidades que deben encontrar respuesta entre todos los agentes que viven e intervienen en la ciudad. La tarea de educar es compartida y ahí reside su fuerza. El desafío consiste en juntar todos los recursos y ponerlos al servicio de la propia ciudad y de sus ciudadanos. Porque la más auténtica razón de ser de una ciudad es crear y recrear el diálogo público.